Como sabéis, Palestina es uno de los países con más refugiados en el mundo, que lucha cada día por el regreso a esa tierra que un día les fue arrebatada, hace ya 65 años. Todos ellos anhelan volver a su ciudad de origen y eliminar de sus vidas «la etiqueta de refugiado», aunque desgraciadamente, viendo cómo se han desarrollado las cosas en los últimos años, es un sueño que no se hará realidad.
Según el párrafo 2) de la sección A del artículo 1 de la Convención de 1951, el término “refugiado” se aplicará a toda persona:
“Que, como resultado de acontecimientos ocurridos antes del 1° de enero de 1951 y debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de tal país; o que, careciendo de nacionalidad y hallándose, a consecuencia de tales acontecimientos, fuera del país donde antes tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera regresar a él”.
En la actualidad, existen 5 millones de refugiados palestinos en el mundo, donde 1,4 millones viven en 58 campos de refugiados repartidos por Jordania, Siria, Líbano Gaza y Cisjordania. De ellos, el 17.1% vive en campamentos en Cisjordania, de los cuales el 41.7% son niños menores de 15 años.
En Palestina existen 19 campos de refugiados oficiales donde viven 727,471 refugiados, con un total de 52,633 alumnos. En la ciudad de Nablus se encuentra nuestra compañera Ruth. Allí hay 3 grandes campos de refugiados, donde lamentablemente los niños no sólo son refugiados, sino que además, muchos de ellos son huérfanos debido a la pérdida de sus padres durante las intifadas y/o la encarcelación de los mismos. Aunque bien es sabido que las familias árabes son cuantiosas (lo que quiere decir que los niños no llegan a ser huérfanos del todo), también es cierto que el cariño y amor de un padre no lo respalda cualquier persona, la figura masculina en el núcleo familiar de la cultura árabe es un pilar muy importante y su la ausencia es notoria.
Junto a una asociación de voluntarios creada por profesores y alumnos de la Universidad Nacional de An-Najah, donde nuestra compañera Ruth trabaja como profesora voluntaria, dedica parte de su tiempo a conocer la situación de los niños refugiados y huérfanos. Ruth cree que:
“En una sociedad donde los niños estudian en colegios separados por sexo y donde se les prohíbe tener contacto entre ellos hasta que llegan a la universidad (siendo éste el primer lugar donde empiezan a tener contacto con el sexo opuesto compartiendo aula), hemos creado una asociación con la que pretendemos cambiar esta costumbre tan típica de los países árabes. No obstante, éste no es el único objetivo por el que trabajamos y luchamos.
Lo que queremos es que se sientan cómodos entre ellos mismos aunque no se conozcan de nada porque provienen de diferentes campos de refugiados. Queremos que olviden por completo los problemas en los que se ven envueltos debido a las circunstancias del país. Deseamos que pasen un buen rato, que se diviertan y nuestro lema es «¡dibujemos una sonrisa!». Solemos empezar haciendo que se presenten cantando en círculo. Después de esto, desayunamos juntos, y más tarde empezamos con los juegos.
Ellos son la nueva generación que cambiará el rumbo de Palestina, y queremos que crezcan felices sin miedos ni odios, que aprendan a perdonar, olvidar, amar y respetar. Este proyecto supone todo un reto psico-socio-pedagógico, ya que no es fácil crecer rodeado de soldados, armas, y colonos.»
As you might know, Palestine is one of several countries with many refugees around the world, who struggle every day to return to the land that was taken from them 65 years ago. They yearn to return to their place of heritage and erase the refugee label from their lives. Unfortunately, seeing how things have developed over the years, this is a dream that will not come true.
According to Article 1 A (2) of the 1951 Convention the term “refugee” shall apply to any person who:
“As a result of events occurring before 1 January 1951 and owing to well-founded fear of being persecuted for reasons of race, religion, nationality, membership of a particular social group or political opinion, is outside the country of his nationality and is unable or, owing to such fear, is unwilling to avail himself of the protection of that country; or who, not having a nationality and being outside the country of his former habitual residence as a result of such events, is unable or, owing to such fear, is unwilling to return to it.”
Currently, there are 5 million Palestinian refugees around the world, with 1.4 million living in 58 refugee camps distributed throughout Jordan, Syria, Lebanon, Gaza, and West Bank. 17.1% of them live in refugee camps in West Bank and 41.7% of those are children under the age of 15.
In Palestine there are 19 official refugee camps where 727,471 refugees live, with a total of 52,633 pupils. In the city of Nablus, where our colleague Ruth is, there are 3 large refugee camps, where unfortunately many children are not only refugees, but also orphans, who lost their parents as a result of the intifada or incarceration. Although it is known that Arab families are large, meaning that children are never totally abandoned, it is also true that the affection and love of a parent cannot be replaced. The male figure is the nucleus of the Arab family and a very important cultural pillar, whose absence is noticeable.
Along with a voluntary association created by teachers and students of the An-Najah National University, where our colleague Ruth works as a volunteer teacher, she devotes her time to know the situation of refugee children and orphans. She believes that:
«In a society where children attend schools segregated by sex and where they are forbidden to have contact with each other until they get to college (which is the first place where they begin to have contact with the opposite sex in the classroom), we have created an association with which we intend to change this habit so typical of most Arab countries. However, this is not the only purpose for which we work and struggle.
What we want is for them to feel comfortable with each other even though they do not know each other, being from different camps. We want them to completely forget the problems that are involved because of the circumstances of the country. We hope they have a good time, have fun and our motto is «let’s draw a smile». We usually start doing that by having them introduce themselves by singing in a circle. After that, we have breakfast together, and then we start with the games.
They are the new generation that will change the course of Palestine, and we want them to grow up happy without fear or hatred. They need to learn to forgive, forget, love and respect. This is a challenging psycho-socio-educational project; it is not easy to grow up surrounded by soldiers, guns and settlers. «